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Efemérides
Cien años de la muerte de Lenin

El 21 de enero de 1924 la vida de Vladímir Lenin llegaba a su fin. Un revolucionario profesional que creó el primer estado socialista del mundo y que utilizó la vivienda como laboratorio experimental para acabar con el antagonismo de clases.

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Lunes, 22 de enero de 2024

Otoño de 1917. El Palacio de Invierno de Petrogrado, la capital del Imperio Ruso ha caído. Los bolcheviques, una facción del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia han llevado a cabo la que pasará a la historia como la Revolución de Octubre, un levantamiento armado contra el gobierno provisional de Kérenski. Se inauguraba una nueva fase de la historia de Rusia con un triunfante Lenin y un nuevo gabinete compuesto por revolucionarios profesionales que crearían la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, un Estado proletario que trataría de implementar el comunismo.

Los inicios

Aleksander Ilich Uliánov era el hermano de Lenin. Un muchacho prometedor que estudió en Petrogrado entablando amistad con un grupo de jóvenes estudiantes inspirados en el movimiento la Voluntad del Pueblo (Naródnaia Volja), una agrupación revolucionaria que trataba de derrocar al zarismo mediante atentados. Entre estos universitarios se encontraba un joven Josef Pilsudski, el futuro dictador de la Polonia de Entreguerras. El grupo trató de asesinar al zar en 1887 lo que llevaría al asesinato de Aleksander por orden del gobierno.

La muerte de Aleksander influyó enormemente en Lenin. Hijo de una familia acomodada, esto no impidió que abrazase las ideas marxistas durante su juventud. No pudo estudiar en Moscú ni en San Petersburgo debido al atentado de su hermano, así que terminó estudiando derecho en la universidad de Kazán, la actual capital de Tartaristán. En el ambiente estudiantil de la capital tártara comenzó su actividad revolucionaria hasta que a la altura de 1917 estaba en la cima del poder.

Según los bolcheviques, el comunismo tenía que hacerse desde el lugar donde comienza la vida de las personas: el hogar
En ese mismo año después del triunfo de la revolución, Lenin escribió: “Un apartamento rico se considera cualquier apartamento en el que el número de habitaciones sea igual o superior a las almas de la población que viven permanentemente en ese apartamento”. Daba inicio así una nueva política de vivienda en los antiguos territorios de los zares para solucionar el problema habitacional heredado del pasado. Estas medidas señalaban a un enemigo: “los ricos”, refiriéndose a la burguesía y a sus privilegios. Las antiguas residencias de la nobleza y la burguesía eran parte del pasado zarista al igual que la propiedad privada. Los dueños de los apartamentos tampoco existían y las casas pasaban a ser propiedad del Estado bolchevique. Los apartamentos eran municipalizados y posteriormente nacionalizados por el gobierno revolucionario para distribuirlos entre el proletariado. Según ellos, el comunismo tenía que hacerse desde el lugar donde comienza la vida de las personas: el hogar.
El comunismo empieza por la vivienda
En este proceso revolucionario apareció un nuevo espacio que sería la seña de identidad de la civilización soviética: los apartamentos comunales. Es imposible entender las principales ciudades de la URSS como Leningrado (antigua Petrogrado y hoy en día San Petersburgo), Moscú y Kíev sin la aparición de estos edificios. Las casas comunales o Kommunalnaia Kvartira son viviendas que pertenecían a la nobleza y la burguesía que fueron redistribuidas al proletariado y al campesinado tras la Revolución de Octubre. Grandes moradas con muchas habitaciones donde los nuevos inquilinos poseían una habitación para cada familia, compartiendo un mismo baño, una misma cocina y una nueva vida en común. En una planta podían concentrarse treinta familias de todas las nacionalidades de la Unión Soviética conviviendo en habitaciones de nueve metros cuadrados para cuatro personas.

En estos apartamentos quedaba reflejada la lucha de clases como algo cotidiano, con trabajadores de las fábricas que debían convivir con antiguos propietarios o miembros de las élites en el mismo edificio. Orígenes diversos, gustos diferentes e ideas políticas antagónicas fluían en el mismo hogar, provocando enfrentamientos y discusiones que tenían a la cocina como testigo silencioso. Los bolcheviques querían borrar el rastro del antiguo orden zarista, donde los objetos y los adornos eran parte del pasado y ahora había que buscar nuevas formas de decoración en consonancia a los ideales de la clase revolucionaria.


Las primeras viviendas comunales moscovitas aparecieron en el centro de la ciudad. Unos jóvenes e intrépidos movidos por el deseo de volar del nido de la casa familiar y de conseguir beneficios en el nuevo sistema socialista fueron los primeros habitantes de estos edificios. En una sociedad que prometía la igualdad entre sus miembros ya comenzaba con la desigualdad. Estos muchachos en el futuro disfrutarán de mejores oportunidades que sus compañeros, ya sea con privilegios en la administración o pagando menos dinero por entrar en las universidades. Merovich afirma que para el año 1923 en Moscú ya el 40% de los trabajadores vivían en kommunalkas. La nueva vivienda era así una forma de ingeniería social que no paraba de crecer.

La vida cotidiana como un estado de excepción permanente
A medida que Lenin iba implementando su poder se forjó una dictadura que trataba de emular a la dictadura del proletariado descrita por Marx. Los bolcheviques estaban inmersos en una cruenta guerra civil para conquistar el poder en el futuro país de los sóviets, con un Ejército Rojo luchando codo con codo contra los defensores del zarismo agrupados en el Ejército Blanco. Los dos bandos utilizaron la represión y el terror en las zonas de ocupación. La política quedaba militarizada por los bolcheviques desde el principio. En este panorama tan desfavorable el ciudadano ruso tenía que hacer su vida cotidiana.

En Moscú, donde el poder de los bolcheviques está consolidado, tuvo lugar una revolución del hogar con el Estado adentrándose en la privacidad de sus ciudadanos. Según el historiador alemán Karl Schlögel, la vida cotidiana se convirtió en un “estado de excepción permanente”. El individuo lucha por sobrevivir y nada más levantarse se encuentra con unos baños compartidos que le recuerdan la nueva forma de vida orquestada por los comunistas. Ya no existe la privacidad en el hogar, eso es algo del futuro, cuando las masas y el gobierno estén preparados para pasar del modelo socialista al comunista.

El Estado ayudaba económicamente al ciudadano a vivir en su nueva casa y no tiene que pagar alquiler. Pero todo esto cambió en 1922 cuando Lenin, en los momentos finales de la Guerra Civil Rusa, adoptó la Nueva Política Económica, una política mixta entre el socialismo y el capitalismo para rescatar el país, consiguiendo muchas críticas dentro del Partido Comunista Ruso. El Estado necesitaba dinero y el pago por la vivienda pasó a ser obligatorio, apareciendo una nueva clase social que se benefició de la NEP, los llamados NEPmen. Volvió la iniciativa privada aunque el poder soviético controló la mayoría de los hogares hasta que la industrialización acelerada de Stalin puso punto y final a la iniciativa privada y los sóviets municipales tuvieron el control de las casas.

La pervivencia de la vivienda soviética
Los gritos, las discusiones y las peleas eran un elemento más de la vida cotidiana de los habitantes de la capital moscovita durante los años del gobierno de Lenin. La policía secreta también hizo acto de presencia en un ambiente donde la disidencia era ferozmente perseguida. La privacidad del individuo no existía, solamente en sus paseos solitarios para relajarse de la ajetreada vida en la Kommunalka. Pero, ¿cómo encontrar la paz y la ansiada intimidad con temperaturas tan gélidas? Además, el gobierno bolchevique siempre estaba presente, ya sea desde el momento en que el ciudadano encontraba refugio en su habitación hasta cuando acudía a la calle o a las plazas donde las nuevas edificaciones y los cambios urbanísticos demostraban que estaba naciendo una nueva sociedad. Por lo tanto, las personas vivían constantemente sabiendo que eran parte de un proceso revolucionario y jamás podían olvidar el poder del naciente Estado soviético.

Las personas vivían constantemente sabiendo que eran parte de un proceso revolucionario y jamás podían olvidar el poder del naciente Estado soviético
Cuando el ucraniano Nikita Khrushchov tomó el mando de la URSS en 1953, comenzaron las construcciones de moradas individuales de cinco pisos denominadas Khrushchovkas para solucionar el problema de la vivienda que se hacía latente tras la Segunda Guerra Mundial. Muchas personas ahora pudieron disponer de una habitación propia, aunque muchos soviéticos mantuvieron sus vidas en los apartamentos comunales. Incluso hoy en día se pueden encontrar apartamentos comunales en grandes urbes como San Petersburgo, casas que ya han pasado a formar parte de la identidad soviética.

El legado de Lenin
Vladímir Lenin ha dejado un legado imborrable en la historia mundial. Adorado por una gran cantidad y odiado por muchos, fue el vivo ejemplo del revolucionario profesional que trató de cambiar el mundo valiéndose de todos los medios a su alcance. Represión contra sus opositores tanto de la derecha como de la izquierda, prohibición de los partidos políticos, una gran censura contra la libertad de expresión y la creación de los primeros campos de prisioneros como las Islas Solovetski, son algunas de las características de su breve gobierno. También legó una política de las nacionalidades donde se fomentaron las lenguas y las culturas de las diversas repúblicas de la URSS como Ucrania, Uzbekistán o Bielorrusia, dándoles una gran autonomía. Sin olvidar que tuvo que afrontar la Guerra Civil Rusa y transformar un país con una economía devastada por el conflicto. Su política de vivienda trató de terminar con las clases sociales desde dentro del hogar pero convirtió en pesadilla muchas vivencias que quedarán marcadas para siempre con el horror de la Kommunalka y sus duras condiciones de vida.

En el centenario de su muerte la Federación Rusa lo vive entre la apatía y el olvido. Poco queda de Lenin en la Rusia actual más allá de sus estatuas en las diferentes ciudades rusas, un legado imborrable de la historia del pueblo soviético, o su tumba en la Plaza Roja. Por lo demás, pesa un silencio absoluto mientras en Europa Occidental siguen recordando al mandatario donde todavía alguno piensa que en Rusia es considerado un dios. Muy lejos de la realidad, ya que la sociedad rusa cada vez se quiere distanciar más de los tiempos soviéticos donde la etapa comunista supone para la juventud un tiempo oscuro al que no se quiere regresar nunca más. Pero lo que está claro es que Lenin fue una figura clave en la historia de la humanidad. Trató de crear una sociedad comunista y consiguió implementar el socialismo valiéndose de todos los medios posibles. No fue una figura relevante en la caída de los zares, pero supo encontrar su momento para derrocar al gobierno de Kérenski y abolir la Asamblea Constituyente. Es imposible entender la historia del siglo XX sin Lenin y sin la creación de la Unión Soviética, ni tampoco entender su figura sin una aproximación a las fuentes primarias de los archivos soviéticos.


Lunes, 22 de enero de 2024

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