Lunes, 13 de Octubre de 2025
13/10/2025 12:06:18
Emotivo recital del legendario trovador cubano
Silvio Rodríguez exorcizó el Movistar Arena

En el marco de su gira sudamericana, el autor de “Sueño con serpientes” presentó su nuevo disco, Quería saber, y repasó parte de su riquísima historia musical. Cada canción resonó en clave de época, con referencias a Pepe Mujica y al pueblo Palestino, entre otras.

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Lunes, 13 de octubre de 2025

“Hoy me propongo fundar un partido de sueños/ talleres donde reparar alas de colibríes”, canta Silvio Rodríguez en “Ala de colibrí”, la primera canción de la noche, y de ése modo esparce un conjuro mágico para exorcizar el Movistar Arena, sobre todo después del paso del coro desafinado y surrealista del lunes. Después de siete años sin visitar el país, el legendario trovador cubano –tal vez el cancionista vivo más relevante en habla hispana- regresó en el marco de una gira sudamericana –Chile, Perú, Uruguay y Colombia- para presentar su nuevo disco, Quería saber (2024), y repasar toda su historia musical. En verdad, hizo más lo segundo que lo primero. ¿Cómo sintetizar en un show de dos horas veinticinco discos y además poner el foco en su último trabajo?

El contexto social, político y cultural de Argentina era especialmente sensible para las canciones de Rodríguez, un experto en combinar con belleza la simpleza de lo cotidiano y los aconteceres sociopolíticos. Por eso, cada canción resonó en clave de época. Después de la apertura de la trovadora argentina Paula Ferré, la canción “Tonada del albedrío” se ganó el primer aplauso eufórico de la velada. “Dijo Guevara el hermoso/ viendo al África llorar/ En el imperio mañoso/ Nunca se debe confiar”, cantó con picardía y convicción. Con su habitual gorrita y sus palabras justas, el músico de 78 años siguió con “Sueño con serpientes”, “Virgen de Occidente” y “Viene la cosa”, que la grabó en formato acústico y despojada en Para la espera (2020), y con toda la banda en el nuevo, Quería saber.

“En Cuba hablar de la realidad cotidiana y política se le suele llamar ‘la cosa’. Entonces, un peluquero de La Habana Vieja, podrido de escuchar hablar de la situación política, puso un cartel en la puerta: ‘Prohibido hablar de la cosa’”, contó Rodríguez antes de “Viene la cosa”, que sonó en clave bailable gracias a la participación del pianista Jorge Aragón y el contrabajista Jorge Reyes. “Cuando ‘la cosa’ viene de todas formas, nos guste o no, solemos ponemos a pensar en asuntos como la bondad o incluso en su reverso. Son parte de las cosas que pasan. Ser bondadoso o no serlo", dijo luego y entregó “La bondad y su reverso", una canción que también sonó en el concierto gratuito que brindó el 19 de septiembre en las escalinatas de la Universidad de La Habana.

Acompañado por una banda impecable, que supo navegar muy bien entre la sutileza y el barroquismo, el cubano –que repetirá este domingo y el 21 de octubre en el Arena- logró conectar con la emoción a través de canciones que vencen el paso del tiempo y trascienden su figura, como “Pequeña serenata diurna”, “Quien fuera”, “Casiopea”, "Eva" o “Te amaré”. Al cubano se lo vio algo afectado de la voz –incluso pidió disculpas y acortó un poco la lista de temas-, pero eso no empañó la celebración ni impidió que el concierto transcurriera con naturalidad, melancolía, alegría y esperanza. Hay un trasfondo cultural y afectivo tan fuerte en su música que ningún imprevisto hizo que el público se moviera de las butacas. La historia siempre vence a la inmediatez.

En el recinto de Villa Crespo una imagen era recurrente: padres y madres con sus hijos compartiendo una misma canción. O incluso abuelos con sus nietos. Pero también se podían ver grupitos de pibes de veintipico o treinta y algo. Como sucede también con la música del Indio Solari, la obra del cubano trasciende generaciones. Porque las canciones hablan sobre asuntos universales y humanistas que no tienen fecha de vencimiento. Frente a la crueldad, la mercantilización de todo y el individualismo que signan esta época, Rodríguez ofrece una poética y un mensaje que dialoga con valores como la solidaridad, la esperanza, el sentido comunitario, la bondad y la ternura.

Por eso, en la noche del sábado, el músico rescató, por ejemplo, la figura de Pepe Mujica y le dedicó una canción, “Más porvenir”, que compuso a comienzos de año tras una invitación de León Gieco para el proyecto “Una canción para Pepe”. "Un hombre que a pesar de todo lo malo que sufrió y le hicieron no quiso seguir con el odio ni pagarle cuentas a nadie. Es admirable y todos deberíamos aprender", resaltó el cubano, fiel a su espíritu humanista y pacifista. En esta misma línea, se solidarizó con el pueblo de Palestina en Franja de Gaza frente al genocidio que sufre de parte del gobierno de Netanyahu, primer ministro de Israel. Entonces, recitó el poema “Halt!”, de Luis Rogelio Nogueras, y cantó “La era está pariendo un corazón”, mientras en la pantalla gigante se proyectaban los colores de la bandera de Palestina.

Una novedad en esta gira de Rodríguez es el mini set que le dedica a la trova cubana. En general, el músico se aboca a cantar canciones de su repertorio personal, que es vasto, rico y diverso. Pero en estos shows también homenajea a compañeros de su generación. Con su hija Malva Rodríguez González en la voz y el piano, y Niurka González en flauta, el cantautor ofreció un sublime instante de intimidad con una versión de “Te perdono”, de Noel Nicola (1946-2005). Un rato antes, interpretó en dupla con su hija “Créeme”, de Vicente Feliú (1947-2021), y dejó para el final una bellísima versión de “Yolanda”, de Pablo Milanés (1943-2022), un camarada de generación con el que tuvo varios desencuentros en el discurso público sobre el devenir de la Revolución Cubana.

De las más nuevas, el cubano y su banda tocaron “Nuestro después” y “Noche sin fin y mar”, dos que demuestran que su pluma sigue intacta. Después de cantar una versión más reposada de “Casiopea”, bien custodiado por el baterista Oliver Valdés y el percusionista Emilio Vega, y de prender fuego el estadio con “Tonada del albedrío” –el público ahí recordó a Fidel Castro-, el cubano invitó a “un viejo amigo para que nos diga algo”. Entonces, apareció en el escenario el poeta, periodista y ensayista Jorge Boccanera. No es habitual que en un concierto la música le ceda lugar a la poesía, a la palabra recitada.

Pero Boccanera consiguió generar un paréntesis –adentro de ese otro paréntesis que es la obra de Silvio- y apelar al silencio con los poemas escritos en los ochenta: “Exilio”, “Los milongueros”, “Cuchara” y “¿Será posible el sur?”, que dedicó a los trabajadores del Garrahan. “¿Será posible tanta bala perdida al corazón del pueblo”, se preguntó el poeta y agradeció por estar en "esta fiesta de la ilusión”. Futuro, esperanza e ilusión fueron algunas palabras que sobrevolaron durante toda la noche del sábado. La cercanía que construyen artistas populares como Silvio Rodríguez se percibía en la emoción y en el ánimo de los presentes. ¿Se puede tejer un vínculo entre personas que quizás no se conocen? La canción es un puente poderoso, sorprendente e inexplicable.

“Quiero pedirles excusas porque estoy un poco acatarrado. Nunca he tenido una voz del otro mundo, pero hoy estoy particularmente afectado”, dijo el trovador antes de presentar a su banda y de tocar las fibras más íntimas con “Te amaré”, bien acompañado por Niurka González y el piano de Jorge Aragón. Entonces, siguieron “Canción del elegido” y la bellísima “Quien fuera”, enriquecida por los virtuosos Maykel Elizarde (tres) y Rachid López (guitarra). La espesura de “Ángel para un final” y la potencia de “El necio” -una oda a los ideales y un canto para no claudicar- empezaban a escribir el final de la noche. Pero quedaban dos más: “Historia de las sillas” y “Rabo de nube”, que interpretó solo con su guitarra. “Gracias”, dijo apenas el trovador, con la garganta algo cansada, pero con una voz atemporal, invencible y eterna.


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