Viernes, 3 de Mayo de 2024
03/05/2024 20:31:30
Se reestrenará en diciembre
"Scarface" a los 40, en el panteón del cine de gangsters

La filmación fue tormentosa, tuvo que pelear contra la calificación "X", fue castigada por la crítica y no anduvo bien en la boletería. Pero con el tiempo, el estilo chillón elegido por Brian de Palma y la interpretación de Al Pacino la convirtieron en un clásico que nadie discute.

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Jueves, 19 de octubre de 2023

Brian De Palma sabía cómo vender su mercancía. "¡Cubanos! ¡Cocaína! ¡Al Pacino! ¡Metralletas! ¡Chicas! Guau!", dijo el director a la revista Esquire para explicar por qué, en su opinión, su nuevo largometraje, Scarface (1983), era la mejor película de los últimos diez años.

Es dudoso que el director creyera realmente sus propias afirmaciones. La película, que se reestrena en diciembre para celebrar su 40 aniversario, tuvo una producción muy problemática en la que intervinieron personalidades muy inflamables. Igual de problemático fue su estreno, plagado de críticas controvertidas y con el estigma de la calificación X en su nombre. A pesar de todo, Scarface entró hace tiempo en el panteón de las películas de gangsters de Hollywood.

Tal vez el mayor testimonio del drama que se esconde detrás de las cámaras sea la experiencia cercana a la muerte de su inconformista guionista, Oliver Stone, que estuvo a punto de morir a manos de unos traficantes de drogas en las Bahamas, donde estaba terminando la investigación para el guión. Como Stone escribió en su reciente autobiografía, Persiguiendo la luz, al igual que su protagonista él también consumía mucha cocaína en aquella época. Después de decir algo equivocado a sus compañeros de borrachera colombianos, se convenció de que les dispararían a él y a su mujer y arrojarían sus cuerpos "en algún pantano para que los devoraran los cangrejos".

El guión final de Scarface resultó demasiado violento para algunos, y el director original, Sidney Lumet (Tarde de perros), abandonó el proyecto alegando que la visión de Stone era explotadora. Una vez iniciado el rodaje, la comunidad cubana de Miami echó a la producción de la ciudad, alegando que dañaba su imagen. Algunos llegaron a afirmar que Fidel Castro financiaba la película. Hubo aún más problemas en el set, de donde Stone fue expulsado por hablar demasiado con los actores. La estrella Al Pacino -que interpretaba al antihéroe cubano Tony Montana- se dañó las fosas nasales al ingerir montañas de coca falsa. "No sé qué le pasó a mi nariz, pero cambió", dijo más tarde.


Cuando Scarface finalmente se estrenó, la opinión pública quedó fuertemente dividida. Algunos críticos abrieron fuego contra ella. La influyente crítica del New Yorker Pauline Kael tachó la película de "melodrama burdo y ritualizado" y se quejó de que la interpretación de Pacino mostraba a "una estrella cuya imaginación parece mermada". Otros compararon desfavorablemente la película con la anterior adaptación de Howard Hawks de la misma novela. La versión de 1932, ambientada en Chicago, estaba protagonizada por Paul Muni en el papel de Tony Camonte, un inmigrante italiano parecido a Al Capone convertido en jefe del crimen. A los críticos tampoco les gustó la chabacanería de la interpretación de De Palma. Había demasiado sol para las cosas terribles que ocurrían en la pantalla. Las películas de El Padrino de Francis Ford Coppola habían sido iluminadas en tonos adecuadamente oscuros y sepulcrales, pero Scarface era llamativa en extremo, rodada en brillantes colores primarios. Sus protagonistas vestían trajes blancos, joyas y camisas hawaianas descubiertas.

Una de las reglas del género de gángsters es que el antihéroe debe tener un mal final. En la Scarface de Muni, Tony muere aterrorizado y angustiado "como una rata amarilla" mientras gimotea "no disparen, no disparen" a los policías que ya han matado a su querida hermana con una bala perdida. En la versión de Pacino, Tony sale a los tiros. La escena de su muerte es una de las más operísticas y exageradas de la historia del cine, un tiroteo en el que se enfrenta a un ejército de asesinos bolivianos que han invadido su mansión de alfombras rojas y amplias escaleras góticas. Pacino se retira en un resplandor de gloria, disparando balas y gritando obscenidades ("Necesitan un puto ejército si quieren acabar conmigo"; "¡Saluden a mi pequeño amiguito!") antes de caer de cabeza en su propia piscina.

Scarface es engañosa. Comienza con un estilo descarnado, con imágenes de noticieros de refugiados cubanos en barcos abarrotados que se dirigen a Estados Unidos. "De los 125.000 refugiados que desembarcaron en Florida, se calcula que 25.000 tenían antecedentes penales", se informa al espectador. Castro acababa de vaciar sus cárceles y entre la "escoria" que mandó a Estados Unidos están Tony y su mejor amigo Manny Ribera (Steven Bauer). En sus primeras escenas, Scarface parece una película de Sidney Lumet, un drama social realista y contundente sobre la inmigración, la corrupción policial y la devastación causada por la guerra contra las drogas. El tono, sin embargo, pronto cambia a la ultraviolencia con un toque de la época disco.

Por su parte, los censores norteamericanos -la Motion Picture Association of America- quedaron horrorizados por una de las escenas iniciales, en la que el mafioso colombiano Héctor el Sapo (Al Israel) le corta el brazo a Ángel, amigo de Tony, con una motosierra. (Aunque nunca se ve el corte real de dicho miembro, las salpicaduras de sangre sobre Tony son sugerentemente gráficas). Tampoco les gustó que Pacino dijera "fuck" -y sus variantes- todo el tiempo. El productor Martin Bregman tuvo que luchar para que se anulara la clasificación de la película como "X", reservada generalmente a las películas porno.

La venta de entradas fue modesta. Scarface apenas obtuvo beneficios (ocupó el puesto 40 en la lista estadounidense, recaudando 45 millones de dólares), y no fue precisamente un éxito de taquilla. De Palma era un director tan lento y meticuloso que el proyecto había excedido los plazos y el presupuesto. Según Stone, el director estaba tan desencantado con el proceso de rodaje de Scarface que faltó a la fiesta de fin de rodaje y huyó de la ciudad en el primer vuelo disponible. "¿Creés que quiero estar con esta gente un día más? Me largo de aquí", supuestamente le dijo al guionista mientras abandonaba el barco.


Michelle Pfeiffer y Al Pacino.

Pero cuarenta años después, Scarface sigue siendo una de las películas más influyentes de su época. Las series de televisión, desde División Miami hasta Narcos, tienen una deuda evidente con ella, al igual que muchas otras películas de gangsters y drogas. Al margen de las primeras críticas, Tony Montana es sin duda la interpretación más célebre de Pacino. La fascinación del actor por los villanos de Shakespeare está bien documentada. Más tarde hizo una película (Buscando a Richard, 1996) sobre su obsesión por Ricardo III. En algunos momentos, por ejemplo, cuando se enfrenta a su sórdido y traicionero mentor Frank Lopez (Robert Loggia) y al policía corrupto (Harris Yulin), se comporta como si estuviera en el escenario del Old Vic en una tragedia sangrienta. Es torpe pero magnífico.

Puede que Scarface no haya recibido ni una sola nominación al Oscar, pero ahora figura en el número 10 de la lista de las diez mejores películas de gángsters jamás filmadas, elaborada por el American Film Institute. Hubo un cambio de actitud hacia una película que inicialmente fue tratada con tanto desdén. Sin duda ayudó el hecho de que la epopeya de gangsters de Pacino gozara de una nueva y enorme vida después de que fuera acogida por raperos y artistas de hip hop. "Como no soy un gran fan del hip hop, no sabía nada hasta que la gente básicamente me habló de ella", dijo De Palma en 2015. "Universal vino a verme y me preguntó si aprobaría una banda sonora de hip hop. Yo dije: '¡Por supuesto que no!". Con banda sonora o sin ella, la atención de la industria musical fue halagadora y desempeñó un papel importante en el cambio de percepción de la película. Un álbum recopilatorio de 2003 que incluía música inspirada en Scarface, con canciones de Jay-Z, Ice Cube, NWA y muchos otros, se vendió a buen ritmo.

A los gamers también les encantó. El videojuego Scarface: The World Is Yours -en el que los usuarios encarnan a un Tony sediento de venganza- vendió más de 2 millones de copias. La ironía es evidente. El guión de Stone satiriza la cultura consumista, la corrupción y la codicia de Estados Unidos de forma despiadada. Muestra a Tony viviendo su propia versión deformada y grotesca del sueño americano. Es el refugiado cubano que llega a Florida sin nada, lavando platos para llegar a fin de mes, antes de abrirse camino hasta la cima robando, haciendo pequeñas operaciones y engaños. Por no hablar de los asesinatos. Termina teniendo autos de lujo, una mansión y una esposa-trofeo, Elvira (Michelle Pfeiffer, en uno de sus mejores papeles), pero es más desgraciado y miserable que cuando empezó. "¿Sabes lo que es el capitalismo? Que te jodan", es una de sus reflexiones más perspicaces.

Los jugadores y los artistas de hip-hop ignoraron este inconveniente mensaje y prefirieron concentrarse en la ostentación, los clubes nocturnos y las metralletas. También ayudó que la película tuviera líneas de diálogo memorables. "Quiero lo que me merezco", proclama Tony al principio. "¿Qué querés?", le preguntan. "El mundo, Chico, y todo lo que hay en él", responde Tony.


Hace tres años, el director italiano Luca Guadagnino (Llámame por tu nombre) anunció sus planes de dirigir una nueva versión de Scarface ambientada en Los Ángeles a partir de un guión de los hermanos Coen. Tal vez por prudencia, parece que lo pensó mejor. La película de De Palma es tan extrema -en su estilización, violencia y fanfarronería- que Guadagnino no podría superarla. De Palma, un documental de 2015 sobre el director realizado por Noah Baumbach y Jake Paltrow, muestra un revelador fotograma del realizador con su amigo Steven Spielberg, que había visitado el set justo cuando estaban rodando la batalla final de Scarface. Pacino se había quemado la mano al agarrar el cañón de una pistola al rojo vivo y estuvo de baja durante dos semanas. De Palma pasó ese tiempo filmando el final de la película. "Huelga decir que rodé de todas las formas imaginables en que alguien podía disparar a otro mientras esperaba a que mi estrella regresara", recuerda. Spielberg se unió a la orquestación de la carnicería, sugiriendo diferentes ángulos y elaborados montajes para eliminar a los sicarios bolivianos.

Para entonces, De Palma y Spielberg ya eran hombres barbudos de mediana edad, pero la expresión de sus caras en esa fotografía es la de dos niños pequeños encantados a los que se les dio rienda suelta con los fuegos artificiales del vecino. ¡Cubanos! ¡Cocaína! ¡Al Pacino! ¡Metralletas! Puede que, después de todo, fuera la combinación perfecta.


Jueves, 19 de octubre de 2023

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