Un encuentro clave para el cine sudamericano
53° Festival de Cinema de Gramado: vidrieras y realidades
El actor Rodrigo Santoro y la película "Cinco tipos de miedo" fueron grandes protagonistas del encuentro, donde se lució especialmente el rubro documental.
Lunes, 25 de agosto de 2025

Desde Gramado
Cómo toda ciudad turística, Gramado tiene algo de cinematográfico. Un pueblo extirpado de los Alpes e injertado en la sierra gaúcha, que atraviesa como una cicatriz el corazón de Río Grande do Sul, el estado más meridional del Brasil. Como Bariloche o La Cumbrecita, su arquitectura imita la tradición de montaña centroeuropea, estilo que alcanza su esplendor mimético en algunos edificios oficiales, como la sede municipal. O el Palácio dos Festivais, una magnífica sala de cine con capacidad para 1.100 espectadores, cuya fachada de madera y vidrio recuerda a las típicas construcciones alpinas. Como su nombre revela, desde hace 53 años ahí se desarrolla el Festival de Cinema de Gramado, el evento del cine más popular del país vecino, que encuentra en esta ciudad amable y fastuosa un hogar perfecto.
Gramado está preparada para hacer que los visitantes se sientan cómodos. La cantidad de hoteles de primera por manzana es altísima y los comercios -entre los que predominan los de indumentaria, calzado, gastronomía y productos típicos como el chocolate o el cristal- cuentan con vendedores entrenados en el arte de la paciencia sin límite, a la hora de atender por igual a los clientes y a los fisgones que entran “só para olhar”. También debe ser la ciudad sudamericana con el índice más alto de Porsches y Ferraris por calle, convirtiéndola en una verdadera exposición a cielo abierto de autos de alta gama. Contra todo prejuicio, no es una ciudad especialmente cara e ir al supermercado resulta menos traumático para el bolsillo que hacerlo en Buenos Aires.
El Festival de Cinema funciona como un espejo de esta ciudad donde la gente anda vestida por la calle como si realmente estuvieran en Sunset Buleverd. Su programación es pequeña, pero atenta a registrar la diversidad cinematográfica del país y a funcionar como una vidriera de lujo para el star system local, algo que en Argentina no existe. Festival de alfombra roja por la que durante 11 días caminan las estrellas del cine y la televisión vernácula, que no son pocas, aunque la mayoría son desconocidas para el público argentino.
Este año la gran figura fue Rodrigo Santoro, el actor sudamericano más popular a nivel global, reconocido por su asidua participación en tanques de Hollywood. Santoro pasó por Gramado para acompañar a El último azul, del cineasta Gabriel Mascaró, ganadora del Oso de Plata en la última Berlinale, proyectada aquí como película de apertura. Se trata de una alegoría política que usa a la ciencia ficción de manera minimalista, para abordar de forma crítica temas como el lugar que los ancianos ocupan en las sociedades modernas, el canon de belleza como atributo exclusivo de la juventud o el rol del Estado en la atención de minorías y sectores desplazados.
Las secciones competitivas de Gramado, dedicadas por completo al cine local, se dividen entre las que proponen un recorrido nacional y las que abordan la producción regional. En ambos casos se incluyen competencias de largometrajes de ficción, largos documentales y cortometrajes.
En la competencia nacional de ficción la gran ganadora fue Cinco tipos de miedo, de Bruno Bini, policial coral ambientado en los barrios pobres de una ciudad de Mato Grosso, que ganó los premios a mejor película, guion, montaje y actor de reparto para el debut en pantalla grande del cantante Xamã. Deudora de títulos como Crash, de Paul Haggis, o los primeros tres del mexicano Alejandro González Iñárritu (Amores perros; 21 gramos; Babel), la película usa y abusa de sus personajes, dando por sentado que todas las personas son capaces por igual de realizar los actos más abyectos. Sobre el final, un primer plano de un arma junto a un crucifijo funciona como un potente manifiesto ético y estético, el mensaje que la película trafica oculto bajo la máscara conveniente del cine de género. Exhibiendo un buen manejo de los rubros técnicos, seguro funcionará muy bien en las boleterías.
La misma cantidad de premios se llevó Papagaios, primera ficción del cineasta Douglas Soárez: mejor actor para Gero Camilo, dirección de arte, diseño sonoro y premio del público. Se trata de un thriller ambientado en el submundo de los “papagayos de pirata”, personas que se vuelven famosas por pararse detrás de los periodistas durante las entrevistas callejeras en vivo. Con cierta voluntad depalmiana a la hora de registrar las duplicidades del protagonista, pero sin desdeñar los recursos de la comedia o del realismo sucio, Papagaios redondea un relato que logra crear una atmósfera ominosa, gestionando con éxito la tensión dramática. Y de paso muestra cómo hacer cine de género sin necesidad de ser miserable.
Un escalón por debajo en cuanto a premios se ubicó Nó (nudo), de Laís Melo, que tal vez debería haber sido la ganadora. Una historia de gran sensibilidad femenina, que retrata las dificultades que un grupo de mujeres enfrentan en sus vidas personales, pero también en un competitivo y no siempre justo ámbito laboral. La película cosechó los Kikitos a mejor dirección, fotografía y el premio de la crítica. Por su parte, La naturaleza de las cosas invisibles, de Rafaela Camelo, triunfó en las categorias de mejor actriz de reparto para Aline Marta Maria y mejor banda sonora. Por último, Malu Galli, la protagonista de Querido mundo, de Miguel Falabella, recibió el Kikito a mejor actriz.
El 53° Festival de Cine de Gramado ofreció algunos de los puntos más altos de su programación dentro del cine documental. En la competencia nacional se destacaron dos títulos dedicados a reconocer las obras y las figuras de dos personajes fundamentales de la cultura brasileña. Por un lado, ¡Para Vigo me voy!, de Lirio Ferreyra y Karen Harley, hace justicia con el cineasta Cacá Diegues, uno de los grandes exponentes del cinema novo que revolucionó el cine brasileño a partir de los años 60. Por otro, Leyendo el mundo, de Catherine Murphy e Iris de Oliveira, hace lo propio con el pedagogo Paulo Freire, cuyo visionario proyecto de alfabetización fue truncado por el golpe militar de 1964, que se mantuvo en el poder por más de 20 años. Este último se llevó el Kikito a Mejor Documental, mientras que el primero, aunque cinematográficamente más rico y complejo, recibió una mención honrosa. Ambos cumplen con echar luz y exaltar a sus personajes.
Por último, dentro de la competencia de largos gaúchos se destacó el documental Rua do Pescador N° 6, de Bárbara Paz, un retrato sobrecogedor de la inundación que en 2024 arrasó con buena parte del estado de Rio Grande do Sul. La película representa una labor extraordinaria de montaje, que utiliza registros propios y de archivo con notable criterio estético. La película ganó los Kikitos a mejor diseño de sonido y mejor banda sonora, que incluye a la Negra Sosa cantando "La cigarra" sobre los títulos finales.Lunes, 25 de agosto de 2025